El mundo de las emociones es un campo tan amplio que, a veces, incluso nos asusta. Pero lo cierto es que cuando aprendemos a expresar lo que sentimos, aprendemos a querernos.
Los niños y niñas son capaces de reconocer emociones positivas o negativas desde sus primeros meses de vida pero éstas son mucho más ricas de lo que, a priori, son capaces de expresar. Es por ello que en nuestras aulas otorgamos una gran importancia, durante estos primeros años, a la educación emocional, el trabajo de la autoestima y el autoconcepto.
En este proceso, resulta fundamental enseñarles a poner nombre a aquello que les pasa, identificando y reconociendo en sí mismos las diferentes emociones. Y, de la misma manera, validándolas, enseñándoles a no esconderlas ni creer que existen emociones “buenas” o “malas”, sino simplemente aprendiendo a controlarlas.
El enfado, por ejemplo, es una emoción básica que todos sentimos. Sin embargo, cuando se pierde el control sobre él puede volverse destructivo. Y, por ello, nos centramos en enseñarles formas saludables de controlar su ira para evitar que salga en forma de conductas violentas como tirar juguetes, empujar o golpear.
Si a la gran mayoría de nosotros, adultos, nos preguntasen si durante nuestra etapa escolar nos enseñaron técnicas de autocontrol, de relación o de resolución de conflictos, la respuesta sería negativa en la mayoría de casos. Sin embargo, a todos nos han explicado la raíz cuadrada o las cordilleras de España, conceptos que aún hoy podríamos reproducir. Pero, si atendemos a la Teoría de las Inteligencias Múltiples de Gardner, veremos que la brillantez académica no lo es todo, sino que el desarrollo de las competencias emocionales puede suponer hasta un 80% en el éxito de las personas.
Es ahí donde nace nuestra idea de promover el desarrollo integral de los niños y niñas partiendo de su dimensión emocional. Si, además, lo hacemos de un modo lúdico como puede ser a través de los cuentos, les estamos brindando una ayuda fundamental en el conocimiento, manejo e interpretación de sus propias emociones.
Como muestra de todo ello, os dejamos un breve vídeo que en el que podéis ver a nuestros peques de 3 años avanzando en este camino de la educación emocional, conociendo y poniendo nombre a todo aquello que viven para sentirse, cada día, más autónomos emocionalmente.